31/7/09

Diez años de Mohamed VI

LOS marroquíes celebran la primera década de reinado de Mohamed VI con una razonable mezcla de satisfacción y frustración. Cuando falleció su padre, después de 38 años de reinado, se esperaban grandes cambios en la vida política y económica del país; diez años después, se puede decir que la práctica de las libertades políticas ha oxigenado el régimen, el Código de la Mujer ha convertido a Marruecos en un ejemplo en el mundo árabe y la UE lo ha reconocido otorgándole a sus relaciones el Estatuto Avanzado. Por desgracia, la corrupción, la pobreza y el atraso en la educación siguen pesando demasiado. Mohamed VI supo desde el primer momento que debía mejorar las condiciones de vida de sus súbditos y, aunque el resultado no está todavía a la altura de las gigantescas necesidades de los marroquíes, que siguen obsesionados por abandonar su país en busca de mejores horizontes, resulta innegable que ese es el único camino. La mejor prueba de ello es que en los últimos diez años ha logrado preservar al Reino de la calamidad del islamismo radical, que ha consumido dramáticamente a muchos otros países musulmanes de todo el mundo. Marruecos ha derrotado al terrorismo sin necesidad de poner en duda las incipientes reformas democráticas.
De Mohamed VI se esperaban muchas cosas después del largo y convulso reinado de su padre, incluyendo pasos audaces para la solución de los problemas esenciales que siguen lastrando el porvenir del país. El conflicto del Sahara Occidental no es sólo un problema de la fórmula jurídica de la autodeterminación de la antigua colonia española, sino, sobre todo, el cerrojo que aprisiona todas las potencialidades de la cooperación horizontal en el Magreb. En sus últimos años, Hassan II dijo que la solución al problema del Sahara estaría en manos de su sucesor, pero una década más tarde sigue trabado en los mismos obstáculos.
En cuanto a España, no ha sido un misterio para nadie que el Monarca marroquí se ha llevado mejor con unos gobiernos que con otros, y el episodio del islote de Perejil forma parte ya del extenso anecdotario bilateral. Sería un error que la proximidad geográfica siga contaminando la percepción de unas relaciones cuya importancia para los dos países está fuera de toda duda. España y Marruecos tienen, sobre todo, problemas que se deducen de su vecindad, pero nada impide que sigan construyendo esa red de intereses mutuos que son cada vez más evidentes y necesarios.


Fuente:abc

No hay comentarios: