"La presa política más joven" de Marruecos. Así describe, a veces, la prensa independiente marroquí, a Zahra Budkur, de 22 años, quien tras 14 meses de prisión preventiva ha sido condenada a dos años de cárcel. Deberá permanecer otros 10 meses detrás de los barrotes del penal de Bulmharez en Marraquech.
Zahra, originaria de Zagora, una pequeña ciudad en puertas del Sáhara Occidental, se ha convertido en el rostro más conocido de la rebelión estudiantil que estalló en Marraquech en mayo de 2008 y de la represión despiadada que se abatió sobre los manifestantes. Los presuntos cabecillas de aquella revuelta fueron incluso torturados, según aseguran.
Un tribunal de la capital turística de Marruecos la condenó el jueves por alteración del orden público y exhibición de armas blancas, "un cargo que niega rotundamente", afirma al teléfono su abogado Mohamed Masudi. A otros nueve jóvenes les cayeron también dos años, mientras que el estudiante Murad Chuni fue sentenciado a cuatro años por haber agredido a un agente. Un primer grupo de siete estudiantes había sido condenado en agosto pasado a un año.
"Zahra está muy entera tras conocer esa sentencia escandalosa", señala Galia, su hermana mayor. Pese al hacinamiento seguirá estudiando en la prisión y militará a su manera redactando proclamas combativas, anuncia. La joven pertenece al sindicato de la Unión Nacional de Estudiantes Marroquíes, copado por los islamistas, pero ella se declara comunista. Una intoxicación colectiva causada por el mal estado de la alimentación de la cantina de la Universidad Cadi Ayad fue el detonante de las manifestaciones estudiantiles que, el 14 de mayo, degeneraron en una batalla campal con los antidisturbios sobre los que llovieron piedras y cócteles molotov.
Al día siguiente Zahra y otros 17 supuestos líderes, todos ellos varones, de la revuelta fueron detenidos. Para la joven empezó entonces un calvario en la comisaría de la célebre plaza de Yamaa el Fnaa. Mientras los turistas recorrían maravillados la explanada, ella permanecía en un sótano atada y desnuda, según relató a EL PAÍS en noviembre pasado desde su celda cuando pudo hacerse con un móvil. Para que "cantara", atestigua, "me pegaron con una barra de hierro y uno me asfixió hasta que perdí el conocimiento". Los malos tratos que padecieron incitaron, entre otros factores, a 11 ONG marroquíes a asociarse para crear, a finales del mes pasado un comité de lucha contra la tortura.
Fuente:elpais
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