25/5/09

piernas por libertades

PIERNAS POR LIBERTADES

Un joven manifestante saharaui pierde una pierna al pisar una mina anti persona en una manifestación multitudinaria en la que participaban personas de diversos países en el Sáhara Occidental.

Son las 4:30 de la madrugada y nadie tiene sueño. En el asentamiento del 27 de febrero, en Argelia, nos arremolinamos en torno a ruedas y faros. La emoción inunda el aire oscuro y arenoso. Al fin vamos a aportar nuestro grano en la hamada, que significa infierno, el tipo de desierto de este lugar.

En este infierno, el pueblo saharaui vive en campamentos de refugiados desde hace 33 años, por culpa de una guerra en la que a una comunidad se le negó su derecho a autodeterminarse y tuvo que huir a la frontera más cercana. En este caso España tiene culpa moral, pues era la Metrópoli; y Marruecos es el invasor: a lo largo de todo este país, ha construido un muro que lo atraviesa de arriba a abajo. Tan largo es como la vergüenza que lo mantiene en pie: 2500 kilómetros.

La cadena de camiones parece interminable, y con firme determinación, atravesamos la nada que nos rodea, pero la Luna nos acompaña. Cuando llegamos, ya es de día y la empalizada se vislumbra justo enfrente. Somos más de 2.000 y venimos de diferentes países. Entonces comenzamos todos a darnos la mano porque queremos formar una cadena humana y plantarnos delante del muro. Queremos gritar al muro.

Un grito, dos gritos, reina el caos. Un grupo de personas corre hacia el muro, Un megáfono: “es peligroso, por favor retroceded”. Es el Frente Polisario, encargado de la seguridad. Y no pueden contener la rabia en esos cuerpos. La gente está harta. Observamos atónitos e impotentes cómo algunos continúan corriendo con la esperanza de romper el muro con sus propias manos.

Dentro de unos momentos oiremos una explosión que ocurrirá a 100 metros de donde me encuentro. El chico, de 16 años perderá una pierna. Mientras se lo llevan corriendo al hospital más cercano, a hora y media de camino, alguien recoge su pantalón del suelo, y se lo muestra al Sol. Las gargantas braman hablando de lucha y de guerra.

Un chico se ha destrozado la vida aunque mañana le veremos en una foto haciendo el signo de victoria con la mano. Un pueblo sigue oprimido y sin vistas de solución. En los medios, aparecerá fugazmente.

Volvemos al campamento y Zahara, como siempre cuando nos ve, corre a abrazarnos. Todavía es una niña y siempre tiene una sonrisa en la boca. En su rostro se podría esenciar el carácter de esta gente. Prefieren formarse a abandonarse. Prefieren la paz a la guerra. Prefieren reír a llorar. Pero la paciencia tiene un límite, y todos los que volvemos a Madrid tenemos miedo de lo que pueda pasar y rabia por el derecho negado a la última colonia del mundo a tener un referéndum para elegir su destino, para ser libres.

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